Una mesa para todos

En un mundo lleno de etiquetas y grupos excluyentes, se hace necesario hacer un lugar en la mesa para el marginado, para que deje de comer migajas y se siente junto a otros a la mesa. Incluir al Excluido es la tarea en este mundo. Salgamos en búsqueda de los que no están, hagamos un lugar al marginado en la mesa de la felicidad.

jueves, 10 de febrero de 2011

El Leproso


REFLEXIÓN DE LA LECTURA BÍBLICA MARCOS 1, 40-45 SANACIÓN DE UN LEPROSO

El Hecho

Como es costumbre en Marcos, con pocas palabras y con mucha claridad literaria, nos presenta en la sanación de un leproso, una parte central del modo de proceder de Cristo, que nos invita a ir siempre en busca del excluido, del sufriente, del desposeído.

Este milagro de Jesús nos deja bastantes lecciones, es un texto bastante rico y en el que uno podría hacer bastantes reflexiones. Sin embargo, aquí se dibuja un tema central, que es el deseo de Jesús de incluir al excluido, de entregar amor al que no lo tiene, por más que ese acto de amor signifique romper con las reglas y costumbre sociales de su época,  a pesar de las consecuencias.

En aquel tiempo, los leprosos, así como otros enfermos, eran considerados seres impuros, indigno, por eso eran condenados a vivir lejos de la ciudad, nadie podía acercarse ni tocarlos, pues era motivo de sanción según  la ley de Moisés. En ese contexto, Jesús y el leproso realizan un acto ilícito, el leproso se acerca a él y Jesús lo toca y lo sana, es por eso que Jesús le pide silencio y reserva, para no tener problemas y seguir con su misión. Pero la alegría desbordante del enfermo sanado, lo lleva a contarle a todo el mundo lo que El Hijo de Dios había hecho en  él. Y es justamente este acto rupturista, contrario a las costumbres judías, la que condena a Jesús, a quien según  Marcos, ya no podía entrar en las ciudades, sino, quedarse y predicar solo en las afueras, y acudían a él de todas partes.

Comprensión del hecho

Con este milagro, Jesús nos muestra algo infinitamente esperanzador; está dispuesto a tomar nuestros dolores y sufrimientos para devolvernos a la vida. Porque este leproso estaba como muerto en vida, y al ser sanado por Cristo puede volver a la ciudad, a encontrarse con sus amigos y familiares, puede volver a la vida, ha sido liberado por Cristo. Porque así es el amor de nuestro Señor, gratuito y hasta el extremo, como dijo san Pablo. Jesús toma tu lugar y carga con tus pecados y sufrimientos y te limpia de ellos, y no le importa ser expulsado ni condenado, da la vida para darnos vida.

Por otro lado, Jesús nos  está enseñando como es el amor cristiano, como debemos actuar los que nos llamamos sus discípulos. Su amor se dirige con preferencia a los más pobres y desposeídos, a los que son discriminados por cualquier motivo, a los pecadores, a los sufrientes, a las víctimas, pero también a los victimarios. Por eso se decía de Jesús “este que bebe y come con pecadores”, porque somos nosotros, los pecadores, los destinatarios predilectos del amor de Dios. De los pobres es el reino de Dios, dice Jesús, “felices los que lloran, porque ellos hallaran consuelo”. Ahí está, son todos estos pobres y desposeídos los que más necesitan de nuestro amor  y de nuestra acción. Necesitan que les demos la mano, que los defendamos de la injusticia, que los abracemos cuando se sientan solos y que les sequemos las lágrimas derramadas por dolor.

El llamado de Cristo es a la acción, a la entrega de amor hasta el extremo, a no temer sufrir por la justicia como él lo hizo, a dar la vida para dar vida a otros. Es un llamado que asusta, pero con Dios todo es posible. Somos pequeños y débiles, pero en Cristo está nuestra fuerza. 

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