Un lugar donde intento mostrar lo que yo y tantos otros hacemos para hacer de este mundo un lugar donde todos puedan vivir en armonía y paz. Aceptación y no tolerancia, colaboración en vez de lucha. La aceptación y colaboración implican la idea de amor. Únete a nuestra causa.
Una mesa para todos
En un mundo lleno de etiquetas y grupos excluyentes, se hace necesario hacer un lugar en la mesa para el marginado, para que deje de comer migajas y se siente junto a otros a la mesa. Incluir al Excluido es la tarea en este mundo. Salgamos en búsqueda de los que no están, hagamos un lugar al marginado en la mesa de la felicidad.
martes, 26 de octubre de 2010
En tus Manos
martes, 19 de octubre de 2010
Teleton, un esfuerzo por incluir
domingo, 17 de octubre de 2010
En busca de los que no están.
Ir en busca de los que no están es seguir el ejemplo de Cristo. Ya lo decía en su parábola del buen pastor, dejo quietas a 99 ovejas, para ir a buscar a la oveja perdida. Fue en busca del alejado, del que estuvo y ya no está y del que nunca ha estado.
La misión de Jesús en la tierra está llena de gestos de inclusión. Comía con los pecadores, sanaba al leproso, llamo como apóstol a un Levita, habla con la mujer Samaritana. Son todos gestos de acercamiento a sujetos excluidos por el judaísmo. Pero Jesús no se conformaba con solo acoger a quienes se le acercaban, a menudo era Él quien salía en busca de las personas, es Cristo quien viaja por toda Judea para expandir su mensaje, es Él quien llama a Zaqueo.
Esto me hace pensar en nuestra labor misionera. Justamente, el sentido de romper las fronteras es ir en busca de los que no están, de los marginados, de los que no conocen a Jesús y tal vez no tienen posibilidades de conocerlo. No se trata de obligar, sino, de tender la mano, de entregar con el testimonio el amor de Dios.
Y pienso en esto porque sigo viendo que a veces buscamos a las “mejores” personas para invitarlas a nuestra comunidad o incluso como destinatarios de nuestra misión. Entonces, en la iglesia, sucede mucho que invitamos al grupo juvenil al que nos parece más adecuado, al que reduce las posibilidades de fracaso del proyecto. Es decir, le hablamos al que nos da más seguridad que nos escuchara. El mensaje de Cristo es todo lo contrario. Hay que correr el riesgo de hablarle al que no me dará respuesta. Hay que invitar al que más alejado esta. Es justamente a los que “se portan mal” a los que Jesús quiere cerca de él. Es a la oveja perdida, descarriada, a la que el Buen Pastor sale a buscar, es al pecador al que hay que acercar. Pero también al indiferente, o al que siendo “bueno” no conoce a Dios o no lo acepta, ese, no es enemigo, al contrario, es un amigo más en la mesa del Señor.
Por eso hay que tomar riesgos, hablar con él no creyente, con el cristiano alejado por nuestras propias miserias como iglesia, con el drogadicto y el ladrón, con el que se ha equivocado más de alguna vez. Hay que acercarse al que sufre, porque para él es la misericordia de Dios, para los oprimidos es la libertad que ofrece Jesucristo.
Cristo no es solo para los educados y refinados, tampoco solo para los que piensan o actúan como él, no es para los que se creen santos, sino para los que saben que no lo son. Cristo es para todos, y preferentemente para el pobre y el excluido, para el que sufre. Debemos acercarnos al que no nos entiende, al que no comparte ni entiende la creencia en Cristo. El cristianismo no debe basarse en enemigos, sino, en amigos, no debe pensar en detractores ni adherentes, debe pensar en hijos del Dios vivo, a quien este quiere entregar su amor y su mensaje. No nos equivoquemos, la tarea más importante es llegar a los que no están, no sentirnos cómodos con los que ya están y cerrar la puerta, debemos estar atentos y vigilantes, prestos y diligentes para recibir al hermano.
sábado, 16 de octubre de 2010
Alambre de púa
Por Nathan Stone sj
Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Ésta es la Buena Noticia que yo predico, por lo cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada... 2 Timoteo 2:8-9
En mis andanzas matinales, pasé por un sector de la playa recientemente encerrada detrás de un cerco de dos metros que termina arriba con alambre de púa, angulado hacia fuera, para que nadie pueda entrar. Adentro, no hay nada, salvo un poco de basura levantada por los remolinos. Lo que fue, alguna vez, la belleza natural de la costa, roquería y arena en su danza interminable con el oleaje, quedó arruinada, fatalmente afeada, por el afán de conservar y protegerla para algún grupo privilegiado y, además, ausente.
Mucho más allá del abuso de la concesión marítima, en una patria que reconoce su playa como tesoro nacional para todos, sentí que estaba delante de un monumento a la paranoia ambiental, propia de nuestros tiempos. Ocasionada por el sensacionalismo mediático, poco a poco, ha transformado la personalidad colectiva de la cultura occidental. Quienes éramos, alguna vez, creaturas compartiendo un planeta proveedora, fuimos transformado en consumidores por el modelo económico. Ahora, lo hemos comido todo, se acaban los recursos, y nos sentimos víctimas, aterrorizados por enemigos imaginarios que vienen a llevarse lo poco que queda.
Por eso los muros altos y el alambre de púa. Nos hemos condenado a vivir a la defensiva, asustados, acumulando terreno para uno, sin jamás pensar en compartir con los demás, porque sería muy riesgoso. La nueva idolatría se centra en la diosa seguridad. Los excesos de la prevención de riesgo, (lo que el abuelo llamaba sentido común), paralizan al trabajador y estorban el andar del peregrino. Nos morimos congelados, prisioneros tras barrotes hechos por nosotros mismos. Sin embargo, la palabra de Dios no está encadenada. Vive aún.
La Iglesia, envuelta en la misma cultura de seguridad, se ha dedicado a levantar muros y extender alambre de púa, creyendo que así realiza las glorias del Reino, protegiendo el depósito de la verdad revelada, para que el ladrón no pueda entrar de noche y desordenar todo. Gastamos mucha energía constatando quién está dentro, y quién queda fuera, asegurando la puerta con requisitos, trámites y burocracia. Los hijos del rigor, hoy en día, no tienen lugar para los leprosos del evangelio. Los incluidos por Jesús quedan excluidos por la paranoia ambiental. La flexibilidad de un corazón compasivo no cabe, pues, constituye un riesgo para las sagradas y exactas doctrinas sin las cuales, muchos creen, nos vamos todos al infierno.
Y sin embargo, una playa con cerco y alambre de púa ya no es un paraíso de belleza y descanso. De igual modo, un reino sin misericordia, tras muros altos, sujeto a juicios categóricos y rigideces, no es el Reino de Dios. En nada se parece a la visión de Jesús. Al defender y protegerla, la hemos desfigurado irreconociblemente.
El seguimiento de Cristo no es una propuesta para cobardes y miedosos. En la misión, no hay medidas de seguridad y, junto a los mártires de antaño, asumimos los riesgos. Por el Resucitado, hemos de disponernos para estar encadenados como malhechores. El discipulado de Cristo es riesgoso, y es libre, sin fronteras. Por amor, en agradecimiento por nuestra liberación, nos ponemos la camiseta de Cristo, asumiendo los peligros, para luego, con él, compartir su gloria.
njs.sj.amdg
TO.28.2010.C.Alambre de púa
Reyes 5:10, 14-17, Sal 97, 2 Timoteo 2:8-13, Lucas 17:11-19
jueves, 14 de octubre de 2010
Fin de la huelga, comienzo de algo
Después de casi tres meses de huelga de hambre mapuche, los últimos diez comuneros en Angol, decidieron deponer la huelga, aceptando los gestos que el gobierno hizo para la solución del conflicto en particular y atendiendo a razones humanitarias.
Con el fin de la huelga de hambre se abre una nueva etapa, que esperamos sea mas fructífera que los últimos doscientos años. En efecto, las demandas del pueblo mapuche son muchas más y de mayor profundidad que la sola reforma de la ley antiterrorista. Es importante que la opinión pública entienda que el pueblo mapuche es mucho más amplio que 34 comuneros e incluso que la CAM. Que la
s mas de 2000 comunidades mapuches existentes tienen realidades y necesidades variadas, algunas son comunes, otras, particulares.
Importantes también es aclarar que no solo hay demandas “históricas” sino otras muy actuales. Los comuneros, aunque tengan sus tierras en forma regular, siguen teniendo problemas con sus derechos de aguas, cuestión que les impide, en parte, desarrollar la actividad productiva que más frutos puede darles, la actividad forestal. Al igual que el pueblo Rapa Nui, el pueblo mapuche está viendo como su lengua, parte importante de la cultura de cada pueblo, se ha ido perdiendo. Ven como el Estado Chileno no ha hecho esfuerzos por preservar el mapudungun, como hasta e los colegios rurales se enseña inglés, pero ni en las escuelas de alta afluencia mapuche, se introduce el mapudungun.
Y claro, tenemos situaciones históricas que solucionar, pero que afortunadamente tienen soluciones que podemos imitar de otros países. El tema de la autonomía territorial sigue siendo una solución sin discutir. El hecho de darle al pueblo mapuche cierta autonomía sobre un territorio delimitado puede parecer alocado, pero es una solución que han adoptado varios países de Latinoamérica y el resto del mundo. Y no tiene otra base que reconocer que habitaron nuestras tierras antes que nosotros y que viven según una cultura y una cosmovisión que en varios aspectos, es incompatible hasta con nuestro sistema jurídico.
Aunque, claramente, la integración del pueblo mapuche, necesita de un gesto que se les ha negado por años, que es el reconocimiento constitucional como pueblo originario. Lamentablemente el proyecto de reforma constitucional que otorga reconocimiento a los mapuches como pueblo originario, ya no ostenta el estado de urgencia que había impuesto el ejecutivo, haciendo su tramitación aun más lenta en el Congreso.
Claramente hay temas políticos, jurídicos, técnicos y sociales que hay que discutir, el momento es ahora. El gobierno y el pueblo mapuche deben conversar y actuar para cambiar progresivamente la actualidad de las comunidades mapuche, para integrarlos a la identidad nacional sin alterar mayormente su cultura y sus raíces. Es hora de integración y aceptación, de justicia y fraternidad, porque no es una lucha, debe ser un proceso de colaboración.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Migrantes en Latinoamerica
LA COMPAÑÍA DE JESUS ANTE LA MIGRACIÓN
El desafío de las migraciones es una prioridad apostólica para el cuerpo universal de la Compañía de Jesús. Dado que es un fenómeno cada vez más globalizado, exige una respuesta articulada a nivel mundial.
En el marco del IV FORO SOCIAL MUNDIAL DE MIGRACIONES (FSMM), OBRAS Y APOSTOLADOS DE LA COMPAÑÍA DE JESUS A NIVEL GLOBAL hemos desarrollado un PREFORO SOBRE MIGRACIONES, del 4 al 6 de octubre de 2010, en Quito, Ecuador, con la asistencia de 94 personas de 29 países de los 5 continentes, con el fin de buscar prioridades de actuación y procesos y formas de articulación de nuestros apostolados a nivel global.
Después de una reflexión compartida desde las perspectivas económico‐política, socio‐cultural y teológica‐pastoral, tomando en cuenta los desafíos particulares de las diferentes regiones del mundo, nos parece importante insistir en las siguientes consideraciones.
Sostenemos que:
Es importante destacar el derecho de toda persona a vivir, trabajar y realizarse humanamente y en plenitud en su lugar o país de origen. Pero cuando ello no es posible, también enfatizamos el derecho a buscar mejores condiciones de vida fuera de su lugar de origen, sea atravesando alguna frontera internacional o sea dentro de su propio país.
Los participantes de este Preforo denunciamos:
Cualquier forma de violación de los derechos humanos de personas migrantes.
La estigmatización mediática y social y la criminalización por parte de los Estados de la migración irregular.
La negación sistemática por parte de muchos Estados a otorgar la debida protección internacional a solicitantes de asilo y refugio, lo cual les deja en situación de extrema vulnerabilidad.
Las políticas migratorias restrictivas, que se centran en detención, deportación y control fronterizo.
El consecuente fortalecimiento de redes de trata y tráfico de personas, muchas veces vinculadas a la corrupción e impunidad estatal.
El modelo de desarrollo desequilibrado, promovido por corporaciones multinacionales, que prioriza el mercado por encima del desarrollo humano, y que tiene como consecuencias:
La destrucción medioambiental y extracción de recursos naturales, forzando el desplazamiento de poblaciones enteras.
La explotación laboral de personas migrantes.
La vulnerabilización particular de mujeres y menores de edad.
Demandamos:
La ratificación universal de la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares de 1990.
La protección internacional efectiva de solicitantes de asilo y refugio.
Políticas migratorias integrales e incluyentes que aborden no sólo la migración laboral, sino también sus dimensiones cultural, social, religiosa y política.
La protección de los derechos de las personas, independientemente de su estatus administrativo migratorio, con particular atención a sectores vulnerables como mujeres y menores de edad.
Respeto al derecho de los pueblos indígenas sobre sus tierras y recursos.
Un modelo de desarrollo sostenible y centrado en las personas.
Nos comprometemos a:
Partiendo del acompañamiento directo, reflexionar sobre temas prioritarios, para hacer frente a la estigmatización y criminalización de las personas migrantes, y para incidir en políticas migratorias más justas y humanas.
Crear una red global ignaciana de migraciones para fortalecer nuestra respuesta como cuerpo a este desafío global.
Colaborar con otras instituciones y organizaciones que tienen una misión afín a la nuestra.
Potenciar la solidaridad y colaboración Norte‐Sur y Sur‐Sur para buscar políticas migratorias y modelos de desarrollo más justos.
Conclusión
Jesús nos enseñó a orar, “Padre Nuestro”. Como jesuitas y colaboradores trabajando con y para personas migrantes, refugiadas y desplazadas, creemos en un mundo más inclusivo en el que todos los hijos e hijas de Dios podrán vivir en justicia y fraternidad.
Quito, 7 de octubre de 2010
jueves, 7 de octubre de 2010
Salvado en la Esperanza
Hablar con Dios
lunes, 4 de octubre de 2010
Ponte la Camiseta
sábado, 2 de octubre de 2010
Un acuerdo para avanzar.
viernes, 1 de octubre de 2010
Mi amigo Lázaro
By Nathan Stone sj
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. Y había también un pobre, llamado Lázaro, tendido junto a la puerta y cubierto de llagas.
Ay, de los que se sienten seguros en Nueva York, Tokyo y Roma, sin afligirse por la ruina de África y América Latina. Es un escándalo, el rico vestido a la moda en el barrio alto de la ciudad que ignora a aquél que se alimenta de las migajas que caen de su mesa, en los campamentos de vida marginal. Se llama Lázaro, y tiene algo imprescindible para ofrecerte.
La gente acomodada se justifica así: Claro, el mundo es un desperdicio, pero no hay nada que puedo hacer. Mientras tenga mi ingreso asegurado, vacaciones, previsión de salud, y no moleste a nadie, que me dejen tranquilo. Me porto bien, porque quiero irme al cielo cuando muera. No me pueden pedir más. No puedes vivir así. El Reino de los Cielos comienza con la compasión concreta aquí y ahora.
Amigo, no te imaginas la vida cotidiana de Lázaro, tu hermano. Te causa espanto, y por eso, te alejas. Te haces la idea que Dios ha castigado a Lázaro. Pero no es cierto. Tú lo castigas, con tu indiferencia. Sin embargo, el Reino consiste en pan para el hambriento, libertad para el cautivo y justicia para Lázaro.
Pon tu casa detrás de rejas, si quieres, en el barrio exclusivo, y contrata una empresa de seguridad privada. Que los indigentes vivan lejos, en otro continente, con sus guerras, desastres, insectos, enfermedades y hambrunas. Ay, del pobre que se atreve a vivir en el norte como extranjero. Ay, del rico que se pierde en el sur.
Pero te cuento un secreto. Lázaro no está tan lejos. Cosecha tu fruta y verdura. Se expone a pesticida, asbestos y veneno. Te trata con deferencia, y es invisible. Construye casas en las cuales no puede vivir. Prepara comida que no va a comer. Cuida a tus niños, y nadie cuida a los suyos. Termina rendido, deportado y encarcelado. Dios se compadece de su dolor.
¿Eres capaz de compadecerte? Tu indiferencia ante el dolor ajeno te deshumaniza. Daña tu conciencia, y transforma tu lujosa comodidad en un infierno egocéntrico, un exilio solitario, como el niño que nunca aprendió a compartir. Te has colocado al otro lado de un abismo intransitable, marginado del Reino de amor concreto y real.
La fría maquinaria de los tiempos modernos termina engulléndose a las personas. Muele el cuerpo de Lázaro, y a ti, te paraliza en el corazón. Te sientes impotente frente a la cruda verdad terrenal. ¿Qué puedes hacer, entonces? Para que no te quedes, al final de tus días, suplicando a Lázaro que moje la punta del dedo en las fuentes de la compasión para revivir tu alma desecada, sumérgete ahora en las aguas abundantes.
La Buena Noticia es que estamos a tiempo. Bautízate en el amor al prójimo. Practica la bondad, la misericordia y la solidaridad. No son teorías, sino tareas. Ten fe. Si cambias tu modo de proceder, se hace un puente entre tu mesa segura y la precaria realidad de Lázaro. El Reino de Dios es la comunidad de corazones apasionados por la justicia. Hagamos de este mundo un hogar para la viuda, el huérfano y el extranjero. El camino comienza contigo, hoy. No ignores a mi amigo Lázaro. Fíjate en él.
njs.sj.amdg
TO.26.2007.C.Mi amigo Lázaro
Amos 6:1-7, Salmo 145, 1 Timoteo 6:11-16, Lucas 16:19-31
Amor desde la Fragilidad
Los seres humanos somos frágiles. Nuestras debilidades y limitaciones, lo fácil que nos deprimimos, nuestros miedos, inseguridades y tantas otras cosas lo demuestran. Sin embargo, quizá es nuestra fragilidad lo que hace que necesitemos cubrirnos con falsos aires de poder. Hace que queramos explicarlo todo, pues tememos a lo desconocido, pretendemos dominarlo todo por miedo a que nos dominen, queremos demostrar que lo podemos todo porque no queremos parecer pequeños y frágiles. Hace dos meses un mega terremoto dejó en claro nuestra fragilidad y de todo cuanto podemos construir.
Quizá el centro de nuestra fragilidad esta en nuestras debilidades y limitaciones, en lo que no podemos hacer, en nuestra falta de poder sobre las situaciones. Tal vez por eso nos empeñamos tanto en hacer lo que nos gusta, porque las probabilidades de hacer lo que no nos gusta y salga bien son, a nuestro entender, mínimas. O porque estamos convencidos de que la libertad y el desarrollo espiritual están en nuestros gustos, escindidos del sacrificio y el esfuerzo. Sea por lo que sea, nos sentimos mas felices haciendo lo que nos gusta que lo que no. Es raro, porque el más grande acto de amor, la muerte en cruz de Jesucristo por los
pecadores, es algo que de seguro a nadie le daría gusto hacer, he ahí la diferencia entre gusto y amor, entre satisfacción y caridad.
Así, si revisamos las historias bíblicas o la vida de los santos, nos daremos cuenta, que si bien es el mismo Dios quien nos da virtudes y cualidades para servir a los hombres, también toma nuestras debilidades para su obra. San francisco era un aristócrata y termino fundando una congregación que nos invita a la vivencia pobre del evangelio. San Pedro, no era el más instruido de los apóstoles, fue el primer papa y en su primer discurso convirtió a 5000 personas. Otro ejemplo, aunque distinto, esta en aquel momento dende Jesús alimenta a 5000 personas solo con cinco panes y dos pescados.
Cuando Jesús nos dice que su reino es un reino de otro mundo, también nos dice que su poder es distinto al poder que nosotros conocemos, es un poder que nace de la fragilidad, o como diría Bentue, desde el Dios sufriente. Cristo nace en un pesebre. Muchas veces nos quedamos con la tierna imagen que hemos heredado de la tradición sin caer en la cuenta de lo que en verdad es un pesebre. Hablamos de un lugar donde viven animales que no se bañan a diario como nosotros. Los animales se alimentan y defecan en ese lugar, hay vacas y bueyes, burros y caballos. Hay ruido y malos olores, el piso es de tierra. Allí nace nuestro rey, que nace como cualquier niño, que llora al nacer porque le falta el aire y llena sus pulmones de oxigeno con el primer llanto. Que cierra los ojos porque le molesta la luz que hay fuera del vientre materno, o porque quizá no quiere ver este mundo tan distinto y mucho menos feliz que el mundo de su líquido amniótico. Esta es otra dimensión de la fragilidad de Cristo.
Y así, su muerte no es otra muerte, que la del más frágil e indigno hombre, según nuestros cánones mundanos. Muere solo, triste y abandonado, herido y humillado, pero dando su vida por amor, aún cuando todavía éramos pecadores. Su grandeza radica en su amor, en su entrega gratuita y generosa, en su poder liberador y sanador, pues su muerte nos sana del pecado y nos libera de la muerte.
Así vamos desplazando aquella idea de que en la vida debemos hacer solo lo que nos gusta. Pero no debe mal entenderse, la clave de todo es que la fuerza viene de Dios. Moisés era tartamudo y Dios lo envía a hablar con el faraón, hombre serio e insensible, sobre la existencia de un solo Dios que pide que su pueblo sea liberado. Moisés sabe que no habla como el mejor orador, pero se entrega por completo a la voluntad de Dios porque tiene la esperanza puesta en el poder divino. Sabe que será Dios quien hable a través de él y su tartamudez no será obstáculo para su tarea.
Así como Jonás se quiso ocultar de Dios por miedo a la tarea que Él le encomendaba, así suele pasarnos en nuestra vida. Y esa típica frase “quien soy yo para…” suele servirnos de cotidiana excusa. Si en nuestra vida diaria afirmamos nuestras cualidades, ante Dios parece ocurrir lo contrario, pues siempre decimos sentirnos indignos de servir al señor, cubriéndonos con una pequeñez, que más que humildad, es miedo solapado.
Con todo lo anterior he querido sentar una sola idea, la grandeza del amor de Jesucristo esta en su debilidad y fragilidad. Así, nosotros, frágiles y débiles, creados a imagen y semejanza de Dios padre, hemos de seguir el mismo camino. No solo hemos de servir a Dios con nuestras fortalezas o con lo que nos hace sentir útiles y dignos, eso podría contener algunos elementos narcisistas o egoístas. Pues si sirvo a los hombres en el nombre de Dios porque me hace sentir bien, solo estoy alimentando mi ego. Si por el contrario, lo que hay es un profundo deseo de servir, puesto por Dios en nuestro corazón, cimentado en el evangelio y tratando de escuchar su voluntad, entonces eso es amor. Pues es importante destacar, todo apostolado, o actitud “evangélica” ha de estar siempre centrada en el amor de Dios por la creación, que el mismo padre coloca en nuestro corazón. La ayuda o compañía por mera lastima, reduce el amor de Cristo a asistencialismo sin contenido. Solos no podemos nada, con Dios lo podremos todo, el Cristo quien lleva nuestras cargas, así como murió por nuestros pecados. Es Jesús quien nos libera con su resurrección, es su espíritu quien impulsa nuestro espíritu y salva nuestras imperfecciones para ayudarnos en la tarea de la construcción del reino
Finalmente todo esta en el deseo ferviente y alegre de amar y servir, pues cuando Dios pone en nosotros el deseo de amar y de sacrificio, serán un amor y sacrificio felices, que aunque a ratos pesen y duelan, serán entregados con gusto y felicidad, por amor, con total indiferencia (en el sentido ignaciano) haciendo solo lo que es mejor medio para el fin para el que Dios me ha creado, prestos y diligentes para cumplir su voluntad.