Una mesa para todos

En un mundo lleno de etiquetas y grupos excluyentes, se hace necesario hacer un lugar en la mesa para el marginado, para que deje de comer migajas y se siente junto a otros a la mesa. Incluir al Excluido es la tarea en este mundo. Salgamos en búsqueda de los que no están, hagamos un lugar al marginado en la mesa de la felicidad.

jueves, 2 de junio de 2011

Como las grietas del suelo


Si alguna vez han caminado por las calles del centro de Antofagasta, se habrán dado cuenta de la gran cantidad de grietas que tienen las veredas. Es difícil caminar con tanto hoyo en la calle, las mujeres con tacos sufren todos los días los sinsabores de recorrer calles totalmente destruidas y abandonadas. Si te desplaza a una población veras que no hay veredas, la gente camina por el medio de la calle exponiéndose siempre a graves accidentes. La pregunta que nace es quien es responsable por el cuidado de las calles ¿el gobierno regional o la municipalidad? Es casi incomprensible que en una ciudad industrial pujante, que se convierte rápidamente en un punto estratégico de negocios en la región y que además es la capital mundial de la minería, nadie se preocupe de la prolijidad de nuestras calles aunque sea por buena imagen.

Esto me hace pensar en algo más profundo. ¿Quién se hace cargo de las grietas de nuestra sociedad? Así como en las calles, las grietas no dejan avanzar, en el tejido social tampoco. Las grietas son más dolorosas en una sociedad excluyente y que cobra cada día miles de heridos. Las grietas son profundas en una ciudad con una concentración económica líder a nivel nacional, que en su estructura es tan segregada  como para alejar por kilómetros a ricos de pobres.

La grieta que se abre asecha como trampa de cazador, esperando para atrapar a su presa hasta que venga su verdugo, o hasta que un depredador más grande que la victima acabe con ella. Puede parecer una alegoría un poco dura, pero no por eso menos cierta. Quizá no siempre hay mala intención, pero el sistema funciona así, mientras unos suben muchos bajan y se quedan atrapados e indefensos. Algunos lograrán salir con mucho esfuerzo, pero ese número tiene un techo, limitado por las probabilidades.

Antofagasta es una ciudad con mucho dinero. Capital mundial de la minería, ciudad pujante como plataforma de negocios con nuestros países vecinos y asentamiento de las más grandes multinacionales existentes, es claramente una ciudad poderosa económicamente. Sin embargo, dicha modernización y poder no les llega a todos. Es cierto que hemos avanzado, pero la desigualdad es enorme, la diferencia de oportunidades es profunda y la segregación social dolorosa.

Esa es la grieta de una ciudad que deja en ella muy poco de lo que produce, y de lo poco deja mucho en un grupo pequeño, dejando a la mayoría casi solo con sobras. Es injusto y doloroso y como siempre, nadie se hace cargo. Porque todos quieren ser parte de la solución, pero pocos quieren luchar de verdad contra el problema, nadie quiere correr la carrera pero todos quieren estar en el podio.

Así, nuestras autoridades políticas, comunales y regionales, quedan en deuda con nosotros los ciudadanos, porque ninguno de ellos parece estar pensando en cambiar las cosas, tampoco nuestros parlamentarios, que piensan más en Santiago que en nuestra región, piensan más en el poder de sus partidos y en sus pretensiones presidenciales que en estrategias para mejorar la distribución del ingreso, disminuir la desigualdad y la pobreza y acabar con la segregación social, desde los lugares que a cada uno les corresponde.
Asi como las grietas de la calle no nos dejan avanzar, las grietas de nuestra sociedad también nos atrapan, dejando muchos lesionados en el camino.

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