Una mesa para todos

En un mundo lleno de etiquetas y grupos excluyentes, se hace necesario hacer un lugar en la mesa para el marginado, para que deje de comer migajas y se siente junto a otros a la mesa. Incluir al Excluido es la tarea en este mundo. Salgamos en búsqueda de los que no están, hagamos un lugar al marginado en la mesa de la felicidad.

viernes, 1 de octubre de 2010

Mi amigo Lázaro

By Nathan Stone sj

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. Y había también un pobre, llamado Lázaro, tendido junto a la puerta y cubierto de llagas. Lucas 16:19-20

Ay, de los que se sienten seguros en Nueva York, Tokyo y Roma, sin afligirse por la ruina de África y América Latina. Es un escándalo, el rico vestido a la moda en el barrio alto de la ciudad que ignora a aquél que se alimenta de las migajas que caen de su mesa, en los campamentos de vida marginal. Se llama Lázaro, y tiene algo imprescindible para ofrecerte.

La gente acomodada se justifica así: Claro, el mundo es un desperdicio, pero no hay nada que puedo hacer. Mientras tenga mi ingreso asegurado, vacaciones, previsión de salud, y no moleste a nadie, que me dejen tranquilo. Me porto bien, porque quiero irme al cielo cuando muera. No me pueden pedir más. No puedes vivir así. El Reino de los Cielos comienza con la compasión concreta aquí y ahora.

Amigo, no te imaginas la vida cotidiana de Lázaro, tu hermano. Te causa espanto, y por eso, te alejas. Te haces la idea que Dios ha castigado a Lázaro. Pero no es cierto. Tú lo castigas, con tu indiferencia. Sin embargo, el Reino consiste en pan para el hambriento, libertad para el cautivo y justicia para Lázaro.

Pon tu casa detrás de rejas, si quieres, en el barrio exclusivo, y contrata una empresa de seguridad privada. Que los indigentes vivan lejos, en otro continente, con sus guerras, desastres, insectos, enfermedades y hambrunas. Ay, del pobre que se atreve a vivir en el norte como extranjero. Ay, del rico que se pierde en el sur.

Pero te cuento un secreto. Lázaro no está tan lejos. Cosecha tu fruta y verdura. Se expone a pesticida, asbestos y veneno. Te trata con deferencia, y es invisible. Construye casas en las cuales no puede vivir. Prepara comida que no va a comer. Cuida a tus niños, y nadie cuida a los suyos. Termina rendido, deportado y encarcelado. Dios se compadece de su dolor.

¿Eres capaz de compadecerte? Tu indiferencia ante el dolor ajeno te deshumaniza. Daña tu conciencia, y transforma tu lujosa comodidad en un infierno egocéntrico, un exilio solitario, como el niño que nunca aprendió a compartir. Te has colocado al otro lado de un abismo intransitable, marginado del Reino de amor concreto y real.

La fría maquinaria de los tiempos modernos termina engulléndose a las personas. Muele el cuerpo de Lázaro, y a ti, te paraliza en el corazón. Te sientes impotente frente a la cruda verdad terrenal. ¿Qué puedes hacer, entonces? Para que no te quedes, al final de tus días, suplicando a Lázaro que moje la punta del dedo en las fuentes de la compasión para revivir tu alma desecada, sumérgete ahora en las aguas abundantes.

La Buena Noticia es que estamos a tiempo. Bautízate en el amor al prójimo. Practica la bondad, la misericordia y la solidaridad. No son teorías, sino tareas. Ten fe. Si cambias tu modo de proceder, se hace un puente entre tu mesa segura y la precaria realidad de Lázaro. El Reino de Dios es la comunidad de corazones apasionados por la justicia. Hagamos de este mundo un hogar para la viuda, el huérfano y el extranjero. El camino comienza contigo, hoy. No ignores a mi amigo Lázaro. Fíjate en él.

njs.sj.amdg

TO.26.2007.C.Mi amigo Lázaro

Amos 6:1-7, Salmo 145, 1 Timoteo 6:11-16, Lucas 16:19-31

No hay comentarios:

Publicar un comentario